Sunday, December 4, 2011

Carta a un sueño


Carta a un sueño.


Justo ahora cuando solo me acompaña la luna, con sus rayos tenues, el viento me susurra cada letra de su nombre y con cada una va atado un recuerdo.

                                                                                              Te imagino en cada silueta que se recarga en mi habitación, para mi eres más que un recuerdo, más que un conjunto de letras, más que un hombre, eres parte de mí, eres el aliento de las mañanas que me mantiene con vida y con ganas de vivirla.
Desearía inventar un vocabulario que me alcanzara para describirte, porque así eres tú: más dulce que la misma palabra que te describe, más importante que la importancia en mi corazón, este corazón humilde y humano ______________ que se equivoca, que teme, que llora, que ríe____________ que se hace más fuerte con el paso de las memorias, las ilusiones y los sueños que construimos en días como estos.
                                                           Ojala pudieras escuchar como lato con tus canciones, ojala pudiera estar contigo al menos en tus sueños, porque en los míos siempre estas, lamento tener que fallarte, pero no podré olvidarte ni un poco.
¿Sabes? Me duele no haberte besado mil veces más, no haberte susurrado tantas palabras que se quedaron atoradas en mi garganta, no haber explorado tu piel hasta haberla memorizado con las yemas de mis dedos y en mis labios, y en mis ojos.
Mis dedos y en mis labios y en mis ojos
                                                           Y en mis labios y en mis ojos.
                                   (Ojos que siempre han sido tuyos y que me robé el día en el que nací)
Y aquí estoy de nuevo, desnuda en mi habitación,
                                                           fumándome la vida, consumiendo mi existencia.
Con lágrimas secas en mis mejillas, saladas de impotencia, dulces de recuerdos.
                                                                                  llenas de ti, de mi, de nosotros, de la vida.
Pero sobretodo de esa noche que nunca olvidaré y que me dijiste que nunca olvidarías.
Ya solo me queda el reflejo dulcísimo de esas caricias, la sombra de tu cuerpo sobre el mío, el eco de tu voz que solo una vez me dijo:
Te amo
En carne viva, con tus labios y tu lengua suave, suaves como ningunos otros, tersos como la seda, llenos de deseo y de amor que tal vez sea la primera y última vez que los sienta.
Por que como tú, nadie, por que como te amo, jamás. Porque mi terquedad no me permitirá olvidarte.            Nunca                        así lo sentencio, porque éramos uno antes de conocernos, porque lo fuimos cuerpo a cuerpo, alma con alma, al mismo ritmo, al mismo compás, enseñándonos los dos, porque al igual que tú, fue mi primera vez, la primera y la última vez que haga el amor, a menos de que un día regreses, un día como este, un día como aquellos en los que sientes que algo pasará y nunca pasa nada.

Porque esta vez, no era solamente yo,
desnuda en la habitación
por que también estabas tú,
pasaban las horas como minutos,
porque amanecía y no importaba,
y me desvanecía entre tus brazos,
temblaba en ellos,
no me sentía perdida estando contigo,
calentabas mi cuerpo congelado o yo el tuyo.
Dicen que nada es para siempre, pero mi ingenuidad me convencía de que al menos esto podía serlo, porque los dos queríamos que la noche durara para siempre.
Permanecer así toda una vida____ engañar al tiempo _____ convencerlo de que puede extenderse más allá de un reloj, mucho más lejos que unas torpes manecillas, pero más importante, más allá de nosotros mismos, más allá de las responsabilidades.
Estático en un sentimiento.
De esos que sólo los grandes escritores nos hacen comprender
de esos que sólo algunos se atreven a pronunciar o si quiera a pensar
de esos que no quiero dejar ir
de esos que llevan consigo sueños y esperanzas
que alguna vez entrelazaron dos vidas
que sonaban como miel, como anís,
como tu olor, como lo más dulce que existe, como tú.
Alguna vez te escribí que no me rendiría y lo sostengo, porque por tu amor yo haría lo que fuera necesario.
Porque soy una necia que se aferra al castillo de tu alma, a tus sienes de oro, mirada de espejo que me refleja de la manera más pura.
Aunque algo turbia de soledad…
Tristeza con gotas de esperanza, diluidas en la lluvia que mojaba tu cuerpo mientras dormías          (mientras dormías incansable y etéreo)            soñando con extraños que tal vez no sean sinceros. Buscaba la verdad a través de una mentira (fallé) una sola mentira que me costó todo, una, una nada más, que no hay nada que perdonar…
¿Quiere decir que no lo harás?
¿Qué no lo hiciste?
Mi mente se enreda entre imágenes que creí perdidas y encontré un día no importante, volviéndose el licor que dejó mi alma embriagada,
                                                                       embriagada de ti,
                                   para no perder costumbre.
Para mantener este cuerpo vivo con ese punzante dolor en el pecho que no cesa.
Que no deja de acosarme a cada instante              a cada minuto                       que se vuelve miserable y absurdo. Convirtiendo todo en un campo esteril de malditos recuerdos.
¡Maldito sea el día que me enamoré de ti y decidí no dar marcha atrás así te alejaras para siempre!
Maldita yo por este fatalismo incalculable que me absorbe poco a poco, tanto a tanto, demasiado en algunas ocasiones.
                                                           Dejándome sin fuerza para abrir los ojos.
¡Maldito tu que no has cumplido con tu palabra! No lo digo en serio, no podría, pero me da coraje confiar tanto en ti y                         una cucharada de mi propia medicina.
Amarga medicina que no curará ninguna dolencia o esta enfermedad de ti.
Justicia por tu propia mano.
Mano divina que tocó lo intocable, lo irremovible, lo inacabable, lo sagrado, lo femenino, todo, nada… a mí.
Sigo aturdida por los gritos de las ilusiones que se van sumergiendo trágicamente en pánico… que me quiebran en cualquier lugar.
Me inundan los ecos de tus voces.
De tus risas.
Tus silencios.
Tu respiración cínica exprimiendo el aliento que resta en mi pecho, mi vacilación trunca de olvidarte o no, porque sé que existe la enorme posibilidad de que así lo hagas conmigo, que me conviertas en un recuerdo de esos que uno procura olvidar (que uno pretende, intenta, intenta, intenta) que me mates para siempre de tu mundo…
                                   Este mundo al que no sé si alguna vez pertenecí realmente.
Que me hagas polvo, polvo olvidado que a lo largo de los años apenas logra notarse.
No
quiero
ser
una
sombra.
No
quiero
ser
ese
polvo.
Ése olvido.
Un nombre que difícilmente recordarás, un rostro con las facciones perdidas, sin voz, con mis palabras de ___amor___ deshechas en un cesto de basura, años atrás. Ahí, donde dejé la mayor parte de mí ser.
Pierdo el control de mis sentidos, de mis palabras, de tus acordes…
Tus acordes. El conjunto absorbente de notas, seduciéndote cada noche que a tu musa se le daba la gana, cobrándote al quitarte el sueño, y besándote donde yo nunca pude llegar.

No me dejaste.
No me diste la oportunidad de siquiera conocer ese lugar.
                                                           Lugar de sollozos infantiles, tardíos y románticos.
Y aún en otra realidad, no podía dejar de pensar en él…
Teniendo a este hombre tan desconocido, tal vez siniestro.
Calidez para calmar estas ganas. Aun así no podía más que recordarlo.
Esos recuerdos se agolpan estrepitosamente en mi mente, parecen
tan reales, tan vivos.
Me marean tus gestos, tus simples funciones vitales me palpitan por dentro. No sé qué hacer con esta obsesión de memorias, me destroza los pulsos, distorsiona mi mente, me fragmenta las palabras.
¿Dónde estás?
¿Dónde?
En aquel lugar donde irremediablemente te perdí.
El lugar que no quieres dejar, donde nacieron tus lágrimas, el sudor que corría sobre tu piel (piel de dioses, iracunda y eterna) para intentar llevarse lo que te hacía sentir miserable. Donde corriste                                                                       corriste
                                                                                                                      corriste
… y cuando yo corrí no pudiste o no quisiste entenderme                                 corriste
Y querías
          y querías
                y querías
                        y quería
Dejar el dolor con las huellas de tus pasos en el pavimento, en la tierra, en el aire escaso, querías dejar de ser, no sabía que existías, aún entonces sin saber, estaba enamorada de ti, pero ahora pretendo olvidarte como el humo, sacar tus palabras de mi pecho cada vez que exhalo, quemarte, tirar las cenizas al viento y dejarte ir.
Se que dije que no me permitiría olvidarte…
Pero me siento sin más remedio, atrapada en un callejón en el que la única salida es tan fatídica solución, y es que ya no puedo más, me derrumbo a cada momento, fingir no es tan sencillo, es una complicación de la razón, del sentir, del pensar, de la existencia misma, evadir o cerrar los ojos cada vez que me hundo en lo más profundo de este hoyo.
Lo he pensado, si.
Terminar con todo esto de manera definitiva, embarcarme en un estado indoloro.
Ya difícilmente siento la convicción de respirar, pero aferro tu aliento a mis labios y respiro de vez en vez tan sólo para no dejar ir tu recuerdo.
Desde el primer segundo que me alejé de ti, sabía que vendría este dolor, y así pasen
Días
o
meses
Como ahora, te ato con todas mis fuerzas para que no naufragues entre los mares de mis lágrimas, de mis sollozos, de mis lamentos, que a veces se vuelven salvajes y se posesionan de mí.
            Y se posesionan de mi cuerpo endeble y fugaz.
Que a momentos me mantiene de pie…
                                   Que a momentos grita y se deshace en silencio.
Tú y tus ojos de noche, que me arrebatan el aliento cada vez que quieren.
Tú y esa voz de guitarra que embriaga mi cuerpo.
Me deslizo entre este humo interminable tratando de encontrarte, siempre estás ahí, en el mismo lugar de siempre, con la misma sonrisa dulce, mirándome como sólo tú sabes hacerlo, acariciándome sin tocar, dentro, muy dentro de mí.
Me encuentro en un abismo de confusión que hace mi cuerpo más pesado, duele, duele tanto dejar ir los sueños que más anhelabas, pero me duele más que ya no me ames, que tu cariño por mí se limite a un te quiero mucho, porque hay una distancia enorme entre lo uno y lo otro, porque todo dejó de ser tan brillante.
Porque amanece y ya no es un milagro,
                        es una costumbre que tiene el sol,
                                   porque ya no siento que me despego del pavimento a momentos,
                    si no que me hala fuertemente como asegurándome que es a donde pertenezco.
Porque ya no siento estas lágrimas en mi rostro, han sido tantas que me sorprende no haberme marchitado ya…



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